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Mostrando entradas de mayo, 2014

El día de su Metamorfosis.

La metamorfosis es un proceso por el cual un objeto o entidad cambia de forma, es un concepto sencillo, fácil de entender. En nuestro mundo contemporáneo es común asociar metamorfosis  y el proceso que ocurre en la mariposa. Algo parecido ocurrió con Daniel. Recién cumplía sus 18 años, el mundial de fútbol que se celebraba al sur de África había terminado, la madre patria celebraba su primera estrella de la historia. Daniel celebró la victoria de “La Roja” como si fuera propia, era la primera vez que veía casi en su totalidad un mundial de fútbol (siempre que perdía Brasil apagaba el televisor) Desde ese día aseguró ir por España y apoyarla desde el televisor de su hogar, sin importar que sus amigos lo tildaran de “salta talanquera”.

Boleto de Lotería (III)

No eran las mismas miradas que ambos se regalaban los primeros días de noviazgo. Nostalgia, tristezas y despechos se mezclaban con el resentimiento, errores y rabias que en esos años habían hecho nido en los pensamientos de Leonor. Luego de tantos veranos se volvían a encontrar cara a cara, sin saber lo que podía suceder; nunca sintió tan extraño a su esposo como ese día. Las hojas del árbol de mango como un remolino comenzaron a moverse por todo el lugar, trayendo consigo polvo y tierra que luego de unos segundo volvían a su estado original. No ocurriría lo mismo con la situación existente entre los dos.

Boleto de Lotería (II)

Leonor no durmió ese día para descubrir la hora exacta en que Agustín debía pasar por el lugar. Era la calle más rápida para salir del pueblo, así que tarde o temprano debía transitar por la que fue su casa hasta días atrás. Muy temprano, aún no había salido el sol cuando su esposo pasó en la camioneta por el lugar. Ella abrió la puerta e intentó pararlo; pero él la esquivó y siguió su rumbo como si nada hubiera pasado “¡No tenemos que comer!” gritaba Leonor, mientras las lágrimas caían y hacían contacto con su vestido negro. Se levantó, limpió sus lágrimas y marchó a la cocina buscando ideas para prepararles el desayuno a sus hijos que no debían saber lo que había ocurrido.

Boleto de Lotería (I)

Los Briceño tenían sueños como todos  los habitantes de ese pueblo olvidado, querían surgir y dejar atrás la pobreza que los perseguía de generación en generación. Pobreza que como la peste los atormentaba en las noches y no les permitía mirar más allá de sus horizontes, necesitaban buscar la manera más saludable de vivir mejor. Para Leonor la madre de doce niños no todo era tan difícil como su esposo Agustín lo quería mostrar. Ella se sentía bendecida por tener en su salud y bendición en el hogar, la comida aunque era medida era la necesaria para la buena alimentación de todos, y en algunos casos sobraban algunos bolívares para ir al autocine ubicado en la próspera ciudad a unos veintes minutos de su hogar.

Kiribati: Nadando en un océano sin salvavidas.

Siempre he tenido mucho interés por la geografía, en especial la descriptiva. Conocer más a fondo los países y territorios autónomos  de nuestro contaminado planeta tierra ha sido una pasión desde que era un niño, a ciencia cierta no sé por qué. Quizás en mi otra vida fui geógrafo o exploré partes del mundo que eran desconocidas para ese entonces, y habré pedido a la divina providencia antes de morir que en mi próxima vida yo pudiera escribir, suena ilógico pero en este universo todo puede suceder.

El niño que no sabía besar

Aunque nadie lo sabía él seguía jugando con carros y juguetes de acción. Todas las tardes en su cuarto sin nadie que lo criticara construía un mundo de imaginación, donde sus muñecos algo deteriorados por el paso del tiempo salvaban el mundo, teniendo como soporte sus manos. Carlos tenía trece años. Parecía que se quedaba muy atrás de la carrera juvenil, sus amigos comenzaban a ganar ventaja en el nuevo mundo adolescente, donde él no encajaba aún, y el miedo a lo nuevo le aterraba. Sus amigos contaban fascinantes historias sobre besar mujeres, estar enamorados en unas horas y decir “te amo” en cuatro días. Iban más allá cuando explicaban que mientras movían con rapidez el miembro que les colgaba en la parte de abajo, un extraño líquido viscoso aparecía esparciéndose por todo el cuarto; como todos unos eruditos analizaban lo ocurrido, pero Carlos solo guardaba silencio. Una pregunta algo incómoda que le hizo sentir que era lanzado desde el cielo a un jardín de cactus lo hizo

Te cuidaré como mi niño.

A un lado de la cama ella hacía muy bien el papel de enfermera, con mucha atención alimentaba a su bebé, quien no tenía la fuerzas necesarias para hacerlo. Limpió su boca con un trapo viejo y comenzó a contarle como estuvo su día pidiendo dinero a las fueras de un conocido centro comercial. El inocente niño no decía una sola palabra, sus ojos se perdían en el horizonte, como buscando preguntas entre los gruesos palos de madera que sostenían el techo de su hogar, un humilde rancho con paredes de bahareque que era adornado con una foto familiar en blanco y negro y un afiche de la virgen maría tomando de la mano al Señor del universo.

Amor en tiempos de “Democracia”

Un fuerte sonido la despertó bruscamente de su cama y hacía estruendos en sus oídos, tomó una cobija y abrió la puerta. Tres policías entraron sin mediar palabras con la mujer y se escabulleron como rápidas serpientes por los confines del hogar, ella parecía saber que eso ocurriría, tomó a su niña de brazos y esperó en la sala de su casa. “Usted sabe dónde está, coopere con nosotros señora” dijo uno de los uniformados, quería torturar a la mujer, pero haber venido de madre soltera lo frenaba, apretada sus puños para diluir la impotencia que sentía. “Ya les dije que no sé nada. Él salió una tarde y más nunca lo volví a ver” dijo ella mirando los ojos de los desconocidos, sentía miedo, pero no lo mostraba. Al igual que el policía apretaba los puños, para hacer desaparecer los nervios. “Estaremos pendiente de ustedes, piense en su hija señora, no encubra a su esposo, es un prófugo de la justicia” dijo esto y marchó con sus hombres, desapareciendo en la oscuridad de la noche. La m

Odiados por los mestizos

“No entiendo por qué nos miran así” dijo Uriyu (Paloma tórtola) a su esposo Ipuana (Halcón), su consorte solo guardó silencio dando muestras de que aceptaba la cruda realidad, pero la necesidad de darle comida a sus cinco hijos dejaba que su orgullo fuera pisoteado por las personas que transitaban el lugar. Mientras tejía una cesta Uriyu se pinzó su dedo índice, algunas gotas de sangre salieron, inmediatamente buscó el único remedio que tenía a mano: la saliva. Observaba a sus hijos pidiendo dinero a los carros y transeúntes que pasaban por el lugar, cada vez que el semáforo encendía su bombilla roja los pequeños se abalanzaban sobre todo aquel que pasara por el lugar, llegando a competir incluso con los vendedores de la economía informal y un hombre que hacía malabares con algunas pelotas de goma. Ella no les quitaba la mirada de encima, sintió nostalgia  y agachando la cabeza comenzó a llorar en silencio.

Cuando vi a Hugo Chávez

Tenía seis años (ahora tengo 21) cuando él llegó a la silla de Miraflores. Dios no me dio dones como saber bailar, ser un genio de las matemáticas o ser un corredor de obstáculos, pero me premió con una buena memoria, es por eso que recuerdo con claridad la gran caravana que hubo en mi pueblo cuando Hugo Chávez se convirtió en presidente a finales de 1998. En Chávez muchos depositaron esperanzas, sueños y motivaciones, era como un Mesías que había venido a salvar a los oprimidos, a los pobres, a los olvidados del sistema. Todo sonaba de maravilla, poco a poco fue dejando en el camino a sus contendores  a un lado, Chávez ganó con una aplastante victoria, la fiesta no podía esperar.

Reina del liceo (IV)

Las luces del escenario sin permiso se posaban sobre ella y las demás candidatas, los gritos eran incesantes y se confundían con la música que debían bailar las candidatas para dar inicio al evento. A lo lejos notaba que su amigo le hacía señas de que debía sonreír enseguida lo hizo, confió en sí misma y dio lo mejor en el escenario. Cuando finalizó el baile el animador invitó a las candidatas a presentarse una por una, ella era la número ocho. Al llegar su turno respiro hondo y con sonrisa congelada camino por el escenario, hizo distintas pose e intentó conectar con el jurado, su numerosa barra la aupaba, pero también notó que existí un grupo a la izquierda de lugar que no dejaban de hacerle mofas. “Buenas noches a todos, soy Teresa Rodríguez, tengo 15 años de edad, mi signo es Virgo, muchas gracias” luego de haber terminado marchó a camerinos. Hizo contacto visual con Andrea y ésta le hizo entender que lo había hecho muy bien, quedaba esperar.

Reina del liceo (III)

“¿Crees que es una decisión correcta?” dijo una voz conocida para ella, al mover sus ojos descubrió que era la chica que la había saludado en el primer ensayo, se llamaba Andrea. Algo avergonzada y con los ojos aún llenos de lágrimas Teresa lanzó a un lado el frasco lleno de medicamentos, esto hizo que la chica pudiera entrar en confianza a su cuarto, era la primera vez que lo hacía. Daba gracias a Dios por llegar a tiempo. Andrea con cautela y calma hizo que Teresa sintiera confianza y seguridad ante su presencia. Ella contó su historia que no era nada alentadora tampoco .

Reina del liceo (II)

Los organizadores del evento colocaron las fotografías de las candidatas en una cartelera informativa, muchos quedaron sorprendidos al ver a Teresa (el nombre de la protagonista) entre las quince aspirantes a la corona. Una mezcla de burlas, lástima y confusión envolvían a los estudiantes del liceo. “Esa gorda está drogada” decía un joven mientras hacía mofa de cómo caminaba Teresa.

Reina del liceo (I)

Ella se sentía hermosa. Vivía en un país donde la belleza estaba en primer término, se podía pasar hambre, pero nunca estar mal arreglado y con aspecto extraño. Algunas compañeras se burlaban de ella en susurros, siempre lo sentía, pero comenzaba a restarle importancia al asunto; su familia decía que ella era la más bella del universo, no tenía por qué dudarlo.  Caminar por los pasillos del liceo no era nada fácil, su cuerpo no le permitía ir a un ritmo más acelerado, deseaba por arte de magia llegar al salón de clases sin tener que sentir de reojo las miradas inquisidoras de las jóvenes más atractivas del lugar. En su diario ella siempre salía victoriosa y era la más aclamada, por ahora debía aceptar la cruda realidad. Lo que parecía una bola de papel impactó sobre su cuerpo, físicamente no sintió dolor, y a simple vista parecía que le restaba importancia a la situación, pero por dentro se quemaba y la humillación encendía su cartel de colores oscuros por encima de sus hombro

La camisa de Brasil

Brasil estaba en cuartos de finales. El pequeño pueblo estaba de fiesta, celebraba la victoria ante Ghana, un país africano que muy pocos niños conocían, tres goles al arco contrario hacían soñar a muchos que los gigantes del sur repetirían la historia del mundial pasado. La caravana era el comienzo de un largo festejo. La seguridad que daba el triunfo a los aficionados era evidente, el niño no podía asistir a las celebraciones y solo se limitaba a contar anécdotas del partido con sus amigos del barrio. Unos hinchas argentinos no estaban muy felices ante el resultado, le ganaron a los aztecas en un partido cerrado y sin un claro favorito luego de los noventas minutos. Sus contrincantes más acérrimos parecían estar destinados a repetir la hazaña. La madre prometió al niño comprar la camisa de su selección favorita el mismo día que su jugarían los cuartos de finales “…Es mejor así, además estará más bonita cuando Brasil esté en la final”  él creía que su madre era vidente, c

Día de las Madres

La costumbre estaba en su contra. La regla tácita familiar transmitida de generación a generación era cocinar sopa de caraotas con arroz los martes, era domingo. Sus ancestros estarían revolcándose en las pailas del infierno. El aroma de café se impregnó en el lugar, de cuarto en cuarto iba despertando a los miembros de la familia, a diario esto ocurría. Solo su hija se levantó, al asomarse a la habitación del varón notó que éste no había llegado. Improperios salieron de su boca mientras buscando la escoba comenzaba su faena diaria, que no respetaba siquiera que ese día era el día de las madres. “Las malas noticias son las primeras en llegar, ese seguro anda de parranda” decía la madre a su hija, a quien el disgusto no le cambiaba la cara. “No respeta ni siquiera que hoy es día de descanso” pensaba, comenzó a limpiar la casa para recibir a sus familiares más cercanos. Ese día la familia se reuniría para celebrar en unión un momento emotivo que debe celebrarse todo el año, pe

Los tacones de Manuel

Sería su primera presentación. Aún creía en Dios, mirando al cielo dio las gracias y limpiando algunas lágrimas recordó lo difícil que había sido estar ahí. Minutos antes notó que los asientos de sus familiares estaban vacíos, era algo que suponía podía pasar. De niño siempre fue distinto, la soledad era su mejor compañía, el silencio su mejor decisión, solo reía en ocasiones para complacer a su papá, quien se creía un comediante de primera, para no herirlo sonría de la boca para afuera. Manuel sabía que estaba destinado para cosas grandes, nunca lo dudó, ni en los momentos más humillantes lo imaginó. Hoy debía salir a escena convertido en todo un artista. El maquillaje la peluca y el tacón no le impedirían ser menos hombre que los borrachos presentes, siempre se sintió un caballero, era hora de demostrarlo. Unos aplausos por decencia lo recibieron. La música comenzó a sonar y Manuel se creyó el papel, imitaba a su artista preferida de una manera distinta. El movimiento de

Baile de graduación

A pasos lentos pero con agitación, Delores caminaba de un lugar a otro buscando el vestido que esa noche debía lucir como no lo había hecho antes. Sería uno de los momentos más emotivos de su vida, nunca imaginó el impacto mundial que ese gesto admirable causaría. Un hermoso y largo vestido azul con brillantes cubrirían su cuerpo, mientras su bastón la ayudaría a transitar ese lugar algo extraño para ella, pero que tiempo atrás pudo ser muy común. Casi nueve décadas no pasaban en vano, pero no le hacían bajar la guardia. La vida le daba otra oportunidad, una que podía ser con toda certeza la última, debía sentirse bendecida, ella lo sabía, no se acostaría antes de las nueve como siempre lo hacía. No sentía nervios, en absoluto, no le preocupaba como la verían los demás, lo único que quería era aguantar lo suficiente para que la velada fuera perfecta, y no incomodar a su acompañante, un hombre que ella conocía, más de medio siglo  menor que ella, pero un caballero sin capa

Matices de la realidad

“Abuela parece que va llover” con tono de duda decía el niño preocupado a la persona que creía llena de conocimientos suficientes para responder tan inquietante afirmación. Una septuagenaria con vestido floral,   y una piel sedimentada por los años a la que solo debía llamarle abuela. “Es miércoles santo mijo, desde que tengo uso de razón siempre llueve” contestó la mujer que sosteniendo un bastón hecho con sus propias manos mostraba indicios de cansancio acumulado. Era una tarde oscura, el sol se había ocultado antes del mediodía, aún dejaba indicios de su presencia, aunque corría una brisa relajante, las caras grasientas y rojas como un tomate aseguraban a cualquiera que los presentes tenían horas parados en la cola, que tenía más parecido a la anaconda que el niño en clases observó asombrado en un libro. Las personas que pasaban no podían creer lo que veían, existía cierto civismo en los presentes, solo se limitaban a gritar cuando un desconocido intentaba jugárselas de

Selva de letras

Tres años después la conocí. Muchos me hablaron de ella, de cómo era, de su carácter, de sus poderes especiales y de su capacidad para acabar con el enemigo más ágil con una dosis letal de amabilidad, sonaba algo extraño. Mi segundo año en la selva duró más de lo esperado.  La misión era lógica, derrotar a los jefes de la tribu, muy diferentes entre ellos pero capaces de hacer estragos en los débiles escritores. Decidí estudiar a un adversario que no conocía, su dureza, su falta de cariño era evidente, no toleraba la falta de un acento, una oración mal escrita, o una lágrima llena de culpa al sistema educativo venezolano.