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Rosas de aniversario



Eran novios desde que tenían uso de razón. Casi todo lo hacían juntos, nunca se aburría de compartir todo el tiempo que pudiera a su lado. Algunas lágrimas caían y humedecían el cristal, ese cristal que la separaba del amor de su vida, José, quien pálido y en un sueño eterno parecía que ya no era parte de este mundo. Puso la rosa lo más cerca de su corazón y acompañó en el cortejo fúnebre al que fue por siempre el amor de su vida.

El jardín de infancia fue el escenario para que ambos se conocieran, él era muy tímido, ella muy ágil para lograr lo que quería. Eran solo dos niños de cinco años, creían que sabían todo lo que el mundo pudiera regalar. En el parque del colegio ella se le acercó, lo tomó a la fuerza de su camisa. José asustado no sabía que pensar, sólo la había visto de lejos, el miedo se apoderó de él; pero ella sacó toda la furia que llevaba por dentro en un tierno beso que terminó reposando en sus ruborizadas mejillas. Ella lo soltó y marchó, él más pálido que el suero que bebía su abuela, no supo qué decir.

José nunca entendió por qué Andrea le dio aquel beso lleno de furia, ese día. Ella de mente corta, no recordaba lo ocurrido, en ocasiones creía que todo eso era una mentira; pero para él que tenía guardado en su mente los recuerdos más antiguos en su mente, fue ese beso el que marcó el inicio de una relación que duraría hasta el último minuto de su vida.

En la escuela Andrea defendía a José de aquellos niños que lo amedrentaban, muchos se burlaban de eso, parecía algo infantil “Ve a buscar a tu novia para que te salve” decían tres niños más corpulentos que él. José solo esperaba el golpe tirado en el suelo del colegio, “Aquí estoy para defenderlo” decía ella, lanzando las palabras milagrosas que apartarían sus problemas infantiles hacia un lado. Cada vez que Andrea llegaba a defenderlo, el amor de niño crecía más y más, era el árbol con sombra donde podía llegar en los momentos más difíciles de su corta vida.

Aunque ya cumplían cinco años siendo novios, no se dirigían muchas palabras. Un saludo de buenos días, o un beso en la mejilla una vez por semana bastaba para mantener encendida la llama del amor. Una tarde, bajo un hermoso “templo” que era sostenido por un sinfín de enredaderas decidieron casarse. Sólo tenían doce años, así que todo fue en secreto. Un amigo aceptó ser el sacerdote que guiaría la ceremonia, su mejor amigo y la de ella fueron los padrinos. Un grupo de niños que tocaban en el coro infantil decidieron poner el tono sacro al momento cuando cantaban algunas canciones que no eran apropiadas para un acto sacramental como ese; pero ellos eran solo unos niños guiados por la ternura de un amor sencillo, todo era perfecto para los dos. Ya “casados” ella supo que era el mejor momento para dar el siguiente paso. Pegó sus labios a los de él, y se dieron el primer beso de “Picos” ambos perdieron la virginidad labial ese día, era un heroico acto de amor.

Ya en el bachillerato la cosa fue distinta y los papeles cambiaron. José tomó las riendas del amor, era la base donde ella podía planear su futuro. Él la llenaba de detalles y con cariño la trataba. En ocasiones salía a su defensa cuando un chico quería lanzar comentarios inapropiados en su contra. En esos momentos Andrea recordaba la niñez, cuando ella lo defendía a “capa y espada” ahora la cosa era otra, once años desde aquel primer beso en la mejilla que ella no lograba recordar.

La relación estaba llena de muchas matizaciones que permitían no ser tan monótonos y perder el amor como muchos jóvenes a su edad lo dejaban ir. Ella apoyaba a los Leones del Caracas y él a los Navegantes del Magallanes. Andrea apoyaba al Real Madrid, y José al Barcelona F.C. Ella era de izquierda, él de derecha. La hija de Eva se sentía identificada con los logros del gobierno nacional, y a su Presidente lo designaba como “Líder”, el hijo de Adán no concebía apoyar a un hombre que según él “dividió un país en dos” y prefería otro tipo de gobierno, no ese que llamaban “Socialista”

Cada aniversario ambos se regalaban rosas, las cuentas iban aumentando año tras año. Comenzaron regalando seis, ya eran quince rosas. Cuando ambos pisaban la segunda década de su vida ella sintió que ya estaba preparada para unir su cuerpo con el de José. Ambos eran primerizos, y los nervios aparecían en el lugar. José estaba más nervioso que ella, pero no quería demostrarlo. Ella decidió llevar la situación, con calma y cuando el dolor apareció  Andrea supo que no había marcha atrás, sería esa la última barrera para que ambos se unieron en uno solo, y así fue. Desnudos en la cama descubrieron la belleza de sus cuerpos, y prefirieron vivir sin ropa durante toda su vida, aunque la razón volvió y entendieron que no era lo mejor.

Las peleas de ambos eran por problemas políticos, criticaban a sus líderes, en ocasiones reconocían lo que era debido y en otras llegaban a los límites de dejarse de hablar por algunos días por un mal comentario que tocara las fibras sentimentales de alguno de los dos. La más indignada era Andrea, quien no creía que el Gobierno Nacional tuviera faltas tan graves como las que aseguraba José.

La primera vez que ambos les tocó ejercer el derecho al voto, decidieron no hablarse durante ese fin de semana. Para no terminar enojados, ambos creían que era la mejor decisión. Cuando ambos ejercieron el derecho al voto se encontraron emocionados, José y Andrea se sentían triunfadores, aunque solo existiera un puesto para uno de los dos.

Andrea saltó de felicidad al saber los resultados, había vencido su líder, sería su tercer mandato consecutivo, ella estaba muy feliz; pero ver al amor de su vida algo triste era para ella un trago agridulce. Prefirió no ir a la “caravana de la victoria” y decidieron ver juntos una película, “Que ellos celebren, al fin y al cabo ni saben que existimos” dijo José indignado, quien no permitía que Andrea tocara el control remoto.

En 2014 llegaba con un país más dividido que antes, problemas económicos, y culpas para ambas partes eran el plato diario en la mesa de los venezolanos. Marchas a favor y en contra eran  transmitidas por televisión. Nadie conseguía consenso. Aparecieron los primeros muertos, jóvenes que a pesar de sus diferencias políticas eran asesinados, siempre bajo la misma escena: Un tiro en la cabeza. Algunos sentían temor, otros por el contrario seguían en las calles. Las cosas comenzaron a salirse de control para el gobierno y oposición.

En momentos de mucha tensión y conflictividad en el país, ambos decidieron darse una pausa, Andrea culpaba a la oposición y José al gobierno, “No concibo que jóvenes deban morir en una manifestación pacífica” le decía él. Ella por su parte se limitaba a decir “¿Para qué salen a manifestar? Los jóvenes deben estar en las aulas de clases, no provocando al gobierno” esas palabras le pesarían el resto de su vida. Parecía cosas de inmaduros, pero en una nación dividida cualquier palabra era motivo de lucha y guerra. El amor al final triunfó ante las adversidades políticas José llamó a la única mujer que conocería, Andrea sin saberlo recibiría la última llamada de su novio, sería esa la última vez que escucharía la voz de su amado.

-¿Qué quieres?-dijo molesta Andrea.
-Pasaba a saludar, mi princesa-Respondió él con suavidad. José sabía que era un arma que nunca fallaba, tratarla con cariño cuando ella estuviera algo molesta.
-Ya lo hiciste, puedes cortar.
-También llamaba para felicitarte por nuestro decimosexto aniversario.
El corazón de Andrea comenzó a temblar, ella creyó que él no recordaría nada.
-José, ¡qué hermoso!
-Quiero que hoy en la noche compartamos juntos.
-No tengo ningún problema…bueno sí.
-¿Cuál, que sucede?
-No compré las rosas mi amor.
-No te preocupes por eso, hoy sellaremos nuestro amor por siempre.
-¿Me propondrás matrimonio?
-¿Tú crees?
-Esperaré entonces, Yo también tengo una noticia muy importante que darte… ¿Y donde andas?
-Voy camino a la manifestación, paso por tu casa en la noche, muero por saber qué noticia será.
-¿Qué haces en ese lugar? Ya han muerto tres personas ¿lo sabías?
-No creo que me pase nada mujer, ¡Cálmate! Además si muero, lo haré feliz, tenerte quince años juntos a mí es algo que ni la muerte me podrá hacer olvidar.
-Deja lo cursi, y cuídate, es enserio.
-Te amo.
-Yo más.

Andrea corrió al armario, luego de horas pudo elegir lo que ella creía mejor le quedaba. Pasadas algunas horas notó que tenía más de cincuenta llamadas perdidas, eso le preocupó, eran de distintos números. Observó que tenía un mensaje de texto y lo revisó. Sintió que iba a vomitar, que el mundo se le venía, parecía irreal, el desespero se apoderó de ella al leer lo que decía “Mi Andrea, mataron a José en la manifestación”  los gritos preocuparon a sus padres, quienes la tomaron de sus brazos, ellos al enterarse de lo ocurrido quedaron consternados.

Andrea se escapó de los brazos de sus padres y comenzó a correr, corrió como nunca antes lo había hecho. Lágrimas negras chorreaban por su cara. Como una película, los momentos más hermosos que vivió con José aparecían como una escena sin subtítulos. El camino le parecía largo, pero no quería parar. Nunca imaginó un rápido desenlace para José. Ella quería llegar a “viejita” junto a él, la muerte fue más ágil y se lo llevó. Sintió que alguien la atrapaba, era su padre que al final pudo alcanzarla. Le pidió que montara en el carro y juntos fueron al hogar del que una vez fue su primer amor.

Cuando la madre de José vio a Andrea, se fue en sus brazos, el dolor de ambas era infernal, pero se daban fuerzas estando juntas. El padre de su novio, contó lo ocurrido: “Lo que nos han dicho los amigos que estaban junto a él, fue que empezaron a escuchar algunos disparos, ellos corrieron, pero notaron que José había quedado inmóvil, cuando fueron a buscarlo, su mirada estaba pérdida en el espacio. Uno de ellos tocó su espalda y notó que sangraba… Sus últimas palabras fueron, Díganle a Andrea que le propongo matrimonio”

Andrea comenzó a gritar, gritos agudos, que erizaban la piel rebotaban en las paredes del apartamento. Pidió ir al cuarto de José, pero la madre de éste se lo quiso impedir, ella no prestó atención y se acercó. Al abrir la puerta en la cama dieciséis rosas estaban acomodadas, alado dos anillos envueltos en una fina bolsa de seda. Tomó los anillos y una rosa. Sin decir más nada pidió a su padre que la llevara al hogar, todos sorprendidos omitieron lo sucedido.

Luego de que el cortejo fúnebre culminó, Andrea marchó al colegio, ese lugar donde siendo niños prometieron amarse hasta la eternidad. Saltó las paredes y pudo entrar al lugar, limpió sus lágrimas, sacó del bolsillo los dos anillos, uno se lo puso ella, el otro lo guardó. “Cuando crezcas te lo daré, para que no olvides  el por qué de tu nombre, tú también te llamarás José. Lástima que tu padre no supo de ti” decía esto mientras tocaba su vientre y con los ojos húmedos sonreía.

Juró más nunca ser parte de la política ¿Quién mató a su novio? Eso no lo sabía. Se sintió traicionada cuando compañeros de lucha, y en televisión aseguraban que “Era eso lo que estaban buscando esos jóvenes”  nunca esperó esas palabras, quería consuelo, fuerza, un apoyo incondicional. Encontró refugio solo en los brazos de sus padres. Botó su camisa roja, estandarte de sus lineamientos políticos y más nunca quiso saber nada de todo lo que llevara las palabras “Política” “Gobierno” y “Oposición”



Ya de noche cuando soñaba, José se acercó a ella, y le dio un abrazo muy fuerte, era un lugar que ella no lograba distinguir, pero en lo más profundo sabía que estaba soñando. Su novio besó su vientre,  “tenerte dieciséis años juntos a mí, es algo que ni la muerte me podrá hacer olvidar” dijo esto y de su mano sacó una rosa. “Cada aniversario te traeré una rosa mi amor” Cuando despertó a su lado estaba una rosa, la llevó a su nariz, y recordando su sueño, supo que José no la había olvidado. La rosa de aniversario sería lo único que los mantendría juntos una vez por año. Sólo han pasado dos meses desde que ocurrió la tragedia. Andrea espera con ansias que llegue Febrero, para esperar en sus sueños al amor de su vida, el amor que prometió cada aniversario llevarle una rosa. 

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