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Reina del liceo (III)



“¿Crees que es una decisión correcta?” dijo una voz conocida para ella, al mover sus ojos descubrió que era la chica que la había saludado en el primer ensayo, se llamaba Andrea. Algo avergonzada y con los ojos aún llenos de lágrimas Teresa lanzó a un lado el frasco lleno de medicamentos, esto hizo que la chica pudiera entrar en confianza a su cuarto, era la primera vez que lo hacía. Daba gracias a Dios por llegar a tiempo.
Andrea con cautela y calma hizo que Teresa sintiera confianza y seguridad ante su presencia. Ella contó su historia que no era nada alentadora tampoco.

-Mi sobrepeso era más alto que el tuyo, huía de cualquier lugar, siempre cambié de liceo. Las burlas eran fuertes, no sabía qué hacer. Superé todo eso, e incluso baje de peso, no por darle gusto a los demás, fue por salud, me detectaron diabetes- dijo la joven mientras tomaba las manos de Teresa.

-¿Cómo sabias que me auto medicaría?- preguntó intrigada  la joven.
-Yo también intenté hacerlo, no hubo nadie que me dijera que no, me quedé dormida de tanto llorar, fue cuando descubrí que no tenía sentido tentar contra mi vida. Además te seguí hasta aquí y te grité en varias ocasiones pero nunca te detuviste.
-Lo más difícil de todo esto, es que debo sufrir en silencio, me siento ahogada, un nudo en mi garganta no me deja respirar. Siento terror de ir al liceo, me siento poca cosa a lado de ellos.
-No puedes quedarte callada Teresa, no tiene sentido. Entiendo lo doloroso que debe ser para ti ser juzgada y criticada por cosas tontas como esas. Debes decirles a tus padres lo que está ocurriendo, al igual que los profesores, no te quedes callada. Aquí tienes una amiga con quien puedes contar, y una confidente. A cualquier hora estaré disponible para ti.
-No veo conveniente decirles, la burla sería peor si mis padres fueran a defenderme en el liceo.
-Pero es que tus agresores necesitan ayuda psicológica, lo que te están haciendo es un delito. Las autoridades deben saberlo, debes cooperar.
-¿Tú hiciste eso?
-Por supuesto, y estaba como tú, indecisa, nerviosa, pero  mi vida era más importante y si era por burlas ya había recibido muchas en esta vida. Me armé de valor y le dije a mi madre, ella fue a mi colegio y todo cambió.
-Tengo que pensarlo.
-Puedo respetar eso, solo prométeme algo.
-¿Qué cosa?
-Júrame que más nunca intentarás hacer una locura como esta. Si necesitas desahogarte llámame. Y espero que una amistad maravillosa pueda salir de esta situación –Andrea abrazó a Teresa, ésta comenzó a llorar de nuevo.
-Te lo prometo, gracias, nadie había hecho un gesto tan bonito en mi vida. Te debo todo.
-Tranquila, que salvarle la vida a la próxima reina del liceo, me llena de orgullo.
-Daré lo  mejor de mí.
-Así se habla.

Teresa quiso guardar por un tiempo lo ocurrido, la fuerza que le dio Andrea (una desconocida para ella) le aseguraba que existían personas buenas en el mundo, y mucho mejor, gente que la apreciaba más allá de sus apariencias. Ese día escribió con voracidad, su diario se llenó de muchas palabras, que aparecían velozmente como un tornado, un tornado de ideas para lograr obtener el triunfo. Supo que lo ocurrido era un acto de las “populares”, comenzó a oler el miedo que sentían por ella.

Al otro día se levantó más temprano de lo debido, casi arrodillada llegó al baño, tomó una ducha y partió en toalla de inmediato al tocador. Quería causar una sorpresa agradable a todos los que la vieran, su autoestima estaría por el cielo ese día. Acomodó su uniforme más de lo normal, arregló sus cabellos, limpió sus zapatos, y retocó su cara con maquillaje, esto gracias a las clases que había aprendido en los ensayos previos al concurso de belleza. El espejo le regalaba una estampa muy poca conocida. Era hermosa por dentro, pero por fuera (por lo menos ese día) con seguridad todos podían asegurar que era cierto.

Y así fue, muchos quedaron sorprendidos con el cambio de imagen de Teresa, por vez primera sintió que no era detallada por las miradas inquisidoras de los presentes. Su cambio generó sorpresa entre los presentes, y muchos olvidaron que al otro día habían humillado a la “gorda del liceo”, en ese momento ella se transformó en un perfecto y esbelto cisne.

Andrea no podía creer lo que veía y llena de alegría la abrazó, su amigo el ratón de biblioteca también quiso hacerlo pero se detuvo porque no lo vio prudente. Una sonrisa apareció en su rostro luego de mucho tiempo y a las personas que la apreciaban eso les alegraba.

Su madre apresuró la compra del vestido, en compañía de sus amigos fue a medírselos, de todo tipo, de distintos colores, para niñas, jóvenes y abuelas. Centenares de vestidos pasaron por su cuerpo, hasta que ya cansados todos quedaron atónitos al verla salir del vestidor. Vestida de azul con centenares de cristales, un vestido maga larga casi parecido al de la actual Miss Universo. “Ese vestido da suerte” dijo su amigo, ella emocionada sonrío. Caminaron adelante para no ver la cara que pondría su madre al saber el precio. Tuvo que salir de la tienda tomada de la mano de su esposo, el precio era elevado, pero lo suficientemente hermoso para que su hija se luciera esa noche.

Los ensayos daban frutos muy aceleradamente, centrada en su meta siguió perfeccionando el arte de la pasarela y la pose. De ser la odiaba y burlada del liceo se convirtió para muchos en una heroína poco convencional en un mundo donde las diferencias no son agradables para algunos. Las pancartas volvieron a aparecer, pero esta vez de apoyo y buenos deseos para la “candidata de los oprimidos” Teresa sorprendida y acongojada no podía creer lo que sus ojos veían. Tenía otra motivación para luchar por el triunfo.

El día del concurso había llegado. Sus padres la levantaron con pitos y matracas, lanzaron papelillos sobre su cama, era un día especial para la familia. “Soberana despiértese, tenemos que ir a la peluquería”. Estirándose Teresa lentamente se fue levantado. Al verse en el espejo la primera sonrisa del día aparecía, sentía que era bueno, no podía creer que había llegado tan lejos. Ser reina del liceo era la meta ese día.

Ya en la peluquería, el maquillador sacó un largo estuche con infinidades de colores empastados para que luciera bella. Base para maquillaje, colorete, sombras, delineador, pintura labial entre otros, pasaron por su rostro. Se limitaba a cerrar y abrir los ojos cada vez que el profesional en la materia se lo pidiera. Una chica acomodaba su cabello, debía aguantar los estragos del tiempo, todos esperaban que así fuera. “Puedes abrir los ojos, ¡quedaste hermosa!” dijo el maquillador orgulloso de su trabajo. Teresa los abrió y al observar el trabajo en su rostro, se sintió como una reina de belleza, entendió los trucos que existían para resaltar en escena y pudo entender que cualquiera podía ser hermosa con la ayuda del maquillaje. Quiso llorar de la emoción, pero él profesional se lo negó “Dañarás el trabajo, guarda esas lágrimas para el momento en que seas corona” ella sonrió. Agradeció al maquillador y marchó de inmediato al liceo.

El auditorio de la casa de estudio estaba repleto, no cabían más almas en el lugar. Gritos aplausos, y emociones se unían para recrear una típica final de concurso de belleza en la nación de Bolívar. En los camerinos se escuchaba que el nombre de Teresa era coreado por gran cantidad de personas. Su madre trajo el vestido y le dio la noticia de que muchas personas le hacían barra, “es una de las más numerosas” dijo. Andrea llego al lugar con su madre y el vestido, se saludaron y se sentaron a esperar a las demás. El calor era insoportable, las candidatas se empezaban a quejar por el retraso, las “auto favoritas” no habían llegado aún. Una hora después llegaron rodeada de muchas personas a su alrededor, la laca penetraba en el cabello, el olor en la nariz de los presentes. Teresa y Andrea reconocieron que estaban hermosas sus competidoras. “La pelea es peleando Teresa, no nos podemos desanimar” le dijo a su nuevo amiga dándole un abrazo. Una hermosa amistad se edificaba bajo los cimientos de la humildad, fuese cual fuese el resultado se llevaban el grato recuerdo de haberse conocido. El organizador las llamó a todas a ponerse en fila, el animador anunciaba la bienvenida de las aspirantes a la corona, el auditorio se iba desplomar de tantos gritos y aplausos. Llegaba el momento de la verdad, se persigno y observando el recinto repleto de personas sintió nervios, no dejó de sonreír. Estaba a pocos pasos de la corona, en ese momento solo el destino sabía lo que podía suceder.

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